top of page

BAJO LAS SOMBRAS DEL MISTERIO En un ataúd

Autor: Julio César Calero

Dibujo: Carlos Bermúdez - Mardez




He despertado hace muy pocos momentos rodeado de una espesa oscuridad, tan espesa e impenetrable que por más que fuerzo la vista, no consigo ver cosa alguna.

Estiro un brazo en afán de tocar algo que me sea conocido y me permita reconocer dónde estoy, pero solo he sentido una especie de pared acolchada que se extiende a lo largo de mi cuerpo, rodeándolo, luego estiré el otro brazo y obtuve el mismo resultado.

… Ya debe haber transcurrido bastante tiempo desde que desperté pero todavía no logro distinguir nada ni he podido hacerme una idea de la situación en la que me encuentro. Mi cerebro, ya despejado del todo, comienza a trabajar y éstas son las primeras preguntas que han afluido a mi mente: ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué a este lugar? ¿Qué hago aquí? ¿Qué está ocurriendo?… Todas estas preguntas y muchas más quedan sin respuesta, me es imposible poderlas contestar.

Sigue pasando el tiempo y yo continúo en la misma posición, no puedo moverme, es que el espacio en el que estoy es tan reducido que a duras penas quepo en él…

Comienzo a sentir calor, sed, hambre, en fin, todo un malestar general. Quiero moverme, enjugar las gotas de sudor que bañan mi frente, quiero sentarme, pero no puedo hacerlo, encima de mi cuerpo hay otra pared acolchada a muy pocos centímetros de mi cara.

Me desespero y empiezo a gritar, es lo único que puedo hacer. Y grito, grito y grito con todas mis fuerzas AYÚDENME, SÁQUENME DE AQUÍ, ¿NO HAY ALGUIEN QUE ME AYUDE? Grito hasta enronquecer pero nadie parece escucharme, mi voz permanece encerrada conmigo en el recinto en el que me encuentro, tampoco puede salir.

Cansado de gritar como loco me pongo a pensar y así estoy por un largo rato meditando sobre mi situación pero por más esfuerzos que hago, no alcanzo a comprenderla.

Mientras medito, me ha parecido escuchar una especie de murmullo sordo, lejano pero que se acerca poco a poco, es como si varias personas hablaran a la vez, Creo que tal vez se trata de una ilusión, pues me pongo atento a escuchar y no oigo nada que me confirme lo que creí haber escuchado.

… Pero no, ahí vuelve ese murmullo y es más fuerte aún, ¡se acerca! ¡Por fin puedo entenderlo!, es un coro de voces, ¡estoy salvado!, ahora gritaré y me escucharán, y me sacarán de este lugar. ¡Venid, venid pronto y sacadme de aquí!

El coro se ha detenido y puedo escuchar una voz que lo dirige. La voz dice algo, el coro le responde, parece que están rezando. ¿Estarán celebrando una misa? Si es así, entonces es que estoy en una iglesia, ya no espero más y comienzo a gritar AUXILIO, SÁQUENME DE AQUÍ, AYÚDENME, POR FAVOR ESCÚCHENME…

Me canso de gritar pero mi voz no se escucha, el coro es muy fuerte y no permite escucharla.

Mi voz se apaga y ya casi no tengo fuerzas para seguir gritando, mejor espero que el coro se calle.

Tras un buen rato siento que de pronto me levantan y me llevan en vilo, deben ser varias personas las que lo hacen porque lo siento en el balanceo del caminar. El coro sigue cantando y ahogando mi voz.

No sé cuánto tiempo ha transcurrido desde que sentí que me levantaron, pero por fin este suplicio ha terminado, me sentía sumamente incómodo cuando me llevaban cargado. Parece que llegamos a un lugar determinado y ahora me bajan… siento que me han puesto sobre algo sólido ya. ¿Oh Dios, que está pasando?

El coro se ha callado por fin y puedo escuchar la voz del que lo dirige… pero, un momento, ¿qué está diciendo?

- Queridos hermanos, nos hemos reunido para entregar a la tierra el cuerpo del que en vida fue Luis Fernando Moreira Fonseca, amante esposo, ejemplar padre, apreciado feligrés de nuestra comunidad, quien, durante su existencia, fue uno de los más fieles y respetuosos seguidores de la religión de Nuestro Señor. Que descanse en paz y que el Creador lo reciba en su seno y lo cuente entre sus elegidos.

Escucho la voz del coro que responde: AMEN AMÉN.

Están enterrando a alguien, pero ¿a quién? … ¿A mí? ¿¡Me están enterrando a mí!? ¡No puede ser! Yo estoy vivo…

Vuelven a levantarme y luego me hacen descender poco a poco, con suavidad.

No tengo tiempo para pensar más, a quien entierran es a mí, debo detenerlos, debo hacerles comprender su error, yo estoy vivo. Yo soy Luis Fernando Moreira Fonseca y no quiero morir todavía.

Grito, grito con mis voz enronquecida y con las ultimas fuerzas que me da la desesperación, pero mi voz es tan débil, que yo mismo apenas puedo escucharla, así que van a poder escucharla los que están afuera.

Siento que sobre la tapa que está encima de mí comienza a caer una gran cantidad objetos que la golpean, produciendo un ruido metálico. Son las piedras y la tierra con las que rellenan la fosa en la que me han colocado, dentro de poco habrán tapado el hueco, pondrán una lápida con mi nombre grabado en ella, unas flores de adorno sobre mi tumba, luego mis familiares y amigos me darán el postrer adiós y se irán. ¡¿Y yo?! ¡Y yo moriré!



bottom of page