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Historias y Reflexiones 3

UNA DECISIÓN CORRECTA

Autor: Julio César Calero Garcés


Una mujer joven, con ojos llorosos, andar tembloroso y semblante de preocupación, se acerca a otra de más edad, la abraza y luego, entre sollozos, la joven se atreve a hablar.


- Madre, perdóname lo que voy a decirte, se que te va a causar mucho dolor, pero eres la única persona a quien puedo recurrir en estos momentos.


- Te escucho hija, dime de qué se trata.


- He sido engañada por un hombre y ahora estoy esperando un hijo, ... y yo no quiero tenerlo. Ese maldito me engañó y ahora lo odio.


- Tranquilízate hija, desahoga tu dolor conmigo.


- Lo odio al ruin. Me hizo falsas promesas de amor hasta conseguir lo que quería y después que le conté del embarazo se negó a asumir su responsabilidad.


Ten calma hija.


¿Qué voy a hacer, mamá?


- Cálmate y conversemos, en esta vida todo tiene solución si las cosas se analizan con cabeza fría.


- Ya tomé mi decisión, no quiero tener un hijo que me recuerde el engaño del que fui víctima.


- No hables así por favor...


- ¡Lo odio, lo odio! Maldito, ojala y se pudra en el infierno.


- Nunca desees el mal a persona alguna hija, deja todo en manos de Dios.


- ¿Qué voy ha hacer ahora? Mi vida está destruida. ¿Qué le voy a decir a mi padre? Tienes que ayudarme, no quiero que él se entere, se moriría de dolor y me echaría de la casa...


- Eso no pasará hija.


- ¿Vas a ayudarme a abortar y que nadie se entere?


- No, ese crimen nunca cruzaría por mi mente.


- ¿Cómo que un crimen?


- Así es hija, abortar es un crimen, es quitarle la vida a una criatura del Señor.


- Se trata solamente de un feto que puede ser sacado del vientre de la madre.


- ... Para ser arrojado a un tacho de desperdicios como si fuera una basura, no hija, estás muy equivocada, un feto es ya una vida que Dios a puesto en tí, es una semilla que comienza a germinar...


- Esas son tonterías, mamá…


- Son verdades. Se ha demostrado que cuando un médico realiza el proceso para el aborto y con sus pinzas trata de agarrar al feto en el útero para sacarlo a pedazos, éste se mueve y trata de escaparse, pero es una lucha desigual y al final el feto pierde, aunque, en ocasiones, también pierde la madre, pues muere a causa del aborto.


- No lo sabía, yo creía que el feto no tenía vida ni sensaciones y que lo sacaban entero.


- No es así, existen documentales filmados sobre el aborto y en sus imágenes se ve claramente lo que te he dicho.


- ¿Y entonces, qué hago, mamá?


Abrazándola amorosamente, la madre besa las mejillas de su única hija y con voz muy baja, cuyo tono demuestra serenidad, le dice:


- Siéntate a mi lado que voy a contarte una historia y quiero que la escuches con atención.


- ¿Qué historia es? Noto algo raro en ti, en tu voz...


- Es algo muy importante que debo decirte. Lo venía pensando desde hace algún tiempo pero no había podido hacerlo, sin embargo, creo que ha llegado el momento.


- ¿Qué es, madre?, no me tengas con esta inquietud que empieza a agitar mi corazón.


- Antes, quiero que me prometas que vas a escucharla en silencio hasta que la termine.


- Te lo prometo.


- Bien, entonces, por favor escucha. Hace más de veinte años, una joven recién graduada de bachiller, a quien llamaré Lidia, entró a trabajar en un almacén del centro de la ciudad. Con lo que ganaba ayudaba a sus padres en los gastos de la casa y se costeaba los estudios en la universidad.


Era una joven bastante agraciada, de carácter simpático, hogareña, estudiosa, que confiaba mucho en los demás.


Como capullo de flor que poco a poco va abriéndose a la vida, así la joven iba madurando en su belleza, la cual despertó el interés de algunos jóvenes que la trataban, pero ella, dedicada a su trabajo y sus estudios, no les prestaba atención.


Cuando ingresó al segundo año de estudios de Administración de Negocios en la universidad, la joven conoció a un profesor llamado Pedro, quien le agradó mucho por su presencia, por sus conocimientos, por su forma de hablar y la manera como se portaba con los alumnos.


Era un hombre de presencia agradable, de aproximadamente treinta años, con mucha experiencia de las situaciones que se dan en la vida. Él desde un principio se percató del interés de la alumna, por lo que disimuladamente empezó a acercársele hasta constituirse en su amigo.


Con el pasar de los días se ganó la confianza de la joven y terminaron siendo

muy amigos. Con el trato diario, de la amistad pasaron al enamoramiento.


El corazón de la joven latía de emoción cada vez que veía a su amado, el cual, a más de llenarla de regalos y poesías, también la llenaba de besos y caricias, que poco a poco fueron subiendo de tono.


Confiando en su amado y en la promesa que le hiciera de que se casarían, la joven entregó el tesoro más preciado que una mujer tiene: su pureza.


Lidia se sintió feliz de haber consumado su amor con el hombre que consideraba la amaba. Así vivió su romance durante algunos meses hasta que comprobó que estaba embarazada.


El día que lo supo esperó con ansias la llegada de la noche para ir a la universidad y contarle a su amado la feliz noticia. Impacientemente esperó a que terminaran las clases para reunirse con el profesor.


En efecto, la joven lo esperó, se saludaron y luego se embarcaron en un vehículo que aquél tenía. Durante el trayecto a la casa de Lidia, ésta aprovechó para, desbordante de felicidad, darle la gran noticia al profesor.


- ¡Querido, tengo una feliz noticia que darte....


- ¿Qué es? ¿De qué se trata?


- Dentro de poco seremos tres.....


- ¡¿Cómo?!


- Estoy embarazada y eso me hace sentir muy dichosa, es la complementación de nuestro amor....


- ¡No puede ser, Lidia! ¿Es que acaso no estabas tomando las píldoras anticonceptivas?


- Sí, pero acuérdate que hubo unos días en que me sentí mal y el doctor me recomendó suspenderlas hasta que me repusiera…


- ¿Pero, después si las seguiste tomando?


- Por supuesto, pero en los días que no tomé las píldoras nos fuimos de viaje a la capital y ahí tuvimos relaciones.... no quisiste usar un preservativo, yo te dije que era peligroso hacerlo, pero insististe y dijiste que nada pasaría, pero pasó y ahora vamos a tener un hijo...


- No vamos a tener nada...


- ¿Qué dices?


- Que no vamos a tener ese niño, mañana mismo te busco un médico para que abortes..


- Pero es el fruto de nuestro amor.


- Es el fruto de nuestro sexo únicamente.


- ¿Cómo puedes decir eso? Esta criatura que llevo en mi vientre es el fruto del amor que te he entregado sin condiciones, es verdad que su engendramiento es por la unión de nuestros dos cuerpos, pero esa unión no se hubiera dado si no nos quisiéramos como nos queremos.


- No quiero que tengas esa criatura, no es conveniente.


- ¿Cómo que no es conveniente? ¿Acaso te sientes inseguro de nuestro futuro? Yo no seré una carga para tí, nos casaremos como hemos hablado tantas veces y yo seguiré trabajando y estudiando hasta tener el bebé, dejaré los estudios durante un año y luego los retomaré, en poco tiempo seré una profesional y ganaré suficiente para ayudarte a mantener nuestro hogar y educar a nuestro hijo.


- Es hora de hablar claro, ya te dije que no quiero que tengas a esa criatura...


- Pero, ¿por qué?, necesito una explicación...


- Por qué soy un hombre casado, que ya tiene tres hijos y no quiere tener uno más.


- ¡¿Cómo?!


- Así es, soy un hombre casado.


- Pero tu nunca me lo dijiste, yo creí que eras un hombre soltero.


- Nunca lo preguntaste y yo pensaba decírtelo con el tiempo.


- Decirme qué, que me habías engañado, que no me amabas, que únicamente buscabas satisfacer tus apetencias sexuales en las relaciones íntimas que tuvimos…


- Estás iracunda y eso te hace hablar y ver las cosas de manera distorsionada.


- ¿Dónde está la distorsión? Me has engañado, rechazas a ese ser que ayudaste a engendrar y me pides que lo aborte, quien está distorsionado eres tú.


- Cálmate, por favor, conversemos y encontremos una solución a este problema.


- ¿Qué solución puede haber al engaño del que me has hecho víctima?


- Yo no te he engañado, si te quiero.


-Ya no te creo.


- Tu has sido mi remanso en las horas amargas que me ha tocado vivir con los problemas familiares y de trabajo. No creas que ha sido fácil para mí tener que vivir una doble vida, siempre con el temor de ser descubierto y que todo termine, siempre he vivido con miedo a perderte.


- ¡Ahhh!, ahora tu eres la víctima, el pobre hombre que necesita ser comprendido y que el resto de la gente vea el mundo desde su óptica, pues estás equivocado, esto no va más..


- No te ofusques, cálmate, no quiero que hagas algo que pueda traer más problemas.


- Si estás preocupado por que tu mujer llegue a enterarse de que me has embarazado, ése será tu problema, yo ya tomé mi decisión y no la cambiaré, voy a tener a mi hijo.


- No te pongas así, en la vida todo tiene solución, ya te dije que soy un hombre casado pero no quiero dejarte, yo quiero velar por tí, quiero estar contigo.


- Es decir, que quieres que siga siendo tu amante como lo he sido hasta ahora, sin hijos, compromisos ni obligaciones, que siga siendo la tonta a la que por largo tiempo has engañado,


- No lo expreses así.


- No, esto no va más, hasta aquí llegamos, ya te dije que tomé mi decisión, voy a tener a mi hijo sin tu ayuda, no te necesito.


- ¿Y qué le dirás a tus padres?


- Les diré la verdad, estoy segura que sabrán comprenderme.


- Lidia, por favor, piensa bien las cosas.


- Ya no quiero hablar más contigo, que no saldrá nada bueno de continuar esta conversación, es más, ya no quiero seguir a tu lado, detén el auto que aquí me bajo..


- No hagas locuras.


- Detén el auto te digo, no quiero estar un minuto más a tu lado ni quiero volver a saber de tí en el futuro..


- Lidia, reflexiona….


- Detén el auto o abro la puerta y salto al andar.


- Está bien, ya me detuve, ve a tu casa y medita las cosas, ya hablaremos mañana con calma.


- Ya no hablaremos nunca más, lo nuestro se terminó, esta noche mataste el amor que sentía por tí, pero no te odio, solo siento un vacío y un coraje interior por el engaño que me hiciste.


- Mañana te buscaré a la salida de clases.


- Te dije que todo terminó, no me busques que ya no me encontrarás.


- Te buscaré aunque no quieras, debemos seguir hablando.


- No lo hagas porque te expondrás a un escándalo público y si te atreves a ir por mi casa hablaré con tu mujer y le contaré esta triste historia. Vete, sal de mi vida y no te aparezcas más.


El profesor se fue y no apareció más en la vida de la joven.


Lidia, por su parte, llegó a casa con su secreto dándole vueltas en la cabeza, sintiendo que el corazón le latía de manera apresurada.


La joven ocultó sus lágrimas para que sus padres no se dieran cuenta de la situación, mientras sentía mariposas revolotear en su vientre.


- ¿Cómo tu sabes todo eso, madre?


- Te dije que escucharas en silencio hasta el final.


- Perdóname, por favor continúa.


- Con su grave secreto consumiéndola por dentro, Lidia veía pasar los días sin saber qué hacer. Repasaba y repasaba la última conversación sostenida en el auto de Pedro, en la cual ella le había dicho que su decisión ya estaba tomada y que tendría a su hijo, pero bien sabía que eso no era verdad, había sido una bravata de mujer herida, de una mujer engañada.


Por más que buscaba hacer acopio de valor no se atrevía a hablar con sus padres, incluso, llegó a pensar en abortar a la criatura o en último caso, alejarse de la casa de sus padres y hacer su vida sola para que no se enteraran de su desgracia y de que les había fallado.


Sus padres, unas buena personas, que la habían criado en un hogar cristiano, donde el amor reinaba, no se merecían lo que ella había hecho, no, no tenía cara para enfrentarlos.


Otras veces pensaba que lo mejor era el suicidio, con su muerte todo terminaría, su cuerpo sería enterrado y olvidado y con el tiempo sus padres se consolarían de la pérdida de su única hija, mientras que muy distinto sería saber que tenían un nieto bastardo, sería como un estigma para ellos que habían sido tan buenos, no, no se lo merecían.


Enfrascada en pensamientos como estos transcurrieron los días hasta que al pasar por una Iglesia entró a misa y escuchó el sermón predicado por el sacerdote oficiante. El tema trataba sobre el hijo pródigo, quien, luego de reclamar la herencia a su padre y dilapidarla, no se atrevía a volver al seno familiar, hasta que un día lo hizo y fue recibido con mucho amor y alegría por su padre, pues éste consideraba que había perdido un hijo pero que al fin lo había recuperado.


Este mensaje le hizo entender la importancia que ella, Lidia, tenía para sus padres, así como también comprendió la importancia de la vida que Dios había puesto en su vientre. Decidida a conservar la vida de su hijo y a contarle la historia a sus padres, salió de la Iglesia y se dirigió a su casa.


Llegada al hogar, Lidia reunió a sus padres en la sala y les contó su verdad, sin ocultar nada.


Con lágrimas en los ojos sus padres la escucharon y luego, abrazándola, los tres sollozaron en silencio durante un largo rato, después, hablaron, pero no fue para reconvenirla ni restregarle en la cara su error, lo único que su padre dijo sobre la situación fue:


- Desgraciado, aprovechador.


Su madre, doña Celeste, una mujer muy amorosa, la consoló y le dio todo su apoyo.


- Hija mía, no te preocupes, somos tus padres y cuidaremos de ti y de la criatura.


- No está bien lo que te ha pasado, pero esos son los designios de Dios y debemos aceptarlos.


- Tu hijo será nuestro hijo. Le daremos el mismo amor que te dimos; esa pobre criatura no tiene la culpa de lo sucedido, solamente es un angelito que nos envía Dios para acompañarnos en nuestra vejez.


- Así es, Lidia, te apoyaremos en todo, de ese hombre no esperes ni le pidas nada, seguiremos adelante y ahora, en vez de tres, seremos cuatro.


- Padre, madre, cuanto os amo. Te doy gracias mi Dios por haberme iluminado y darme padres tan buenos como los que tengo. Yo les prometo que a ese hombre no lo volveré a ver nunca más en mi vida. Trabajaré, estudiaré, me superaré y criaré a mi hijo de la misma manera que ustedes me criaron, con amor y respeto a Dios.


- Te creemos, hija.


Y así fue, Lidia, apoyada por sus padres alumbró una mujercita a la que crió con mucho amor y a la que quiere entrañablemente. La niña desde chiquita vio a sus abuelos como otros padres más y es así como al abuelo siempre lo trató de papá, y a la abuela de mamá.


- ¿Y qué pasó con el padre de la criatura?


- Lidia nunca más volvió a saber de él. Terminada la universidad, Lidia viajó a estudiar en el extranjero dejando a su hija en manos de los abuelos, se especializó en el área de la profesión que había escogido, trabajó duro algunos años y volvió para reunirse con su familia.


- Es una historia muy bonita madre, pero en mi cabeza han surgido algunas ideas y preguntas que ahora te quiero hacer.


- Antes de que lo hagas, yo quiero hacerte una sola pregunta.


- Hazla, madre.


- ¿Qué te pareció la decisión de Lidia?


- Una muy buena decisión.


- ¿Una decisión correcta?


- Sí madre, fue una decisión correcta.


- Por supuesto que fue una decisión correcta, si no lo hubiera sido tu no estarías aquí, si hubiera hecho lo contrario ahora estaría arrepentida por el crimen que hubiera cometido y no te hubiera conocido ni amado pedacito de mi vida...


- ¡Madre, Lidia eres tu.....!


- Si, yo soy Lidia, la joven que ayudada por sus padres supo hacer frente a la vida con amor y la esperanza puesta en Dios. Soy la joven que amó al hombre equivocado, pero que no se arrepiente de ello porque de ese amor que ella dio naciste tú mi pequeña niña.


- Gracias madre por tomar la decisión correcta, con tu ayuda yo haré lo mismo.


REFLEXIÓN


Jóvenes, ilusionadas por el amor, toman decisiones equivocadas respecto a los deseos de sus parejas, cediendo a sus deseos carnales y luego, cuando surgen las consecuencias de aquellas horas de pasión vividas con quienes las engañaron, se encuentran conque deben afrontar solas su situación, sin saber qué hacer o sin tener a quien recurrir pues el temor a las personas de su entorno familiar y la vergüenza por la situación que viven llevando en sus entrañas el fruto de sus encuentros sexuales, sienten que el mundo se les acaba y generalmente no encuentran otra solución que recurrir a los abortos, es decir, a destruir la vida que florece día a día en sus úteros.


Abortar es una lamentable decisión, es la manera que tienen muchas mujeres para tratar de ocultar sus errores, decisión que lamentablemente la toman sin considerar que con ella van a destruir vidas de seres que no pueden defenderse, seres que Dios ha creado y ya les ha dado vida así se encuentren en estado fetal, y toda vida es sagrada y debe respetársela, el no hacerlo convierte a quienes lleven a cabo el aborto, pacientes y profesionales médicos, en personas que cometen delitos contra la vida humana..


Ante una situación así, las mujeres que viven situaciones de embarazos imprevistos y tal vez no deseados por no tomar las debidas precauciones durante sus relaciones amorosas, lo que deberían hacer es armarse de valor y contar la realidad de la situación que están viviendo, ya sea a las personas de su entorno familiar o a amistades de confianza que puedan aconsejarla de buena manera, la situación de un embarazo fuera de matrimonio debe ser tratada y analizada con mucho cuidado para tomar la mejor decisión.


En el caso de Lidia, luego de reflexionar, ella tuvo el valor de contar a sus padres la situación por la que atravesaba y ellos con mucho amor la escucharon y con generosidad la apoyaron para que tuviera a su bebé.


La decisión que tomó Lidia fue una decisión correcta, siguió con su embarazo y dio vida a una hija que es su alegría y a la que dedica todo su amor sin guardar odio ni rencor hacia el hombre que la engañó.


Si las mujeres que viven una situación de embarazo que las llena de temores y de vergüenzas se deciden a confiar en sus padres para contarles la situación que están viviendo, ellos deberían ser generosos y darles su apoyo y su amor, deben entender que el error de sus hijas no se enmienda con gritos, insultos o lanzándolas a la calle.


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