BAJO LAS SOMBRAS DEL MISTERIO Venganza del infierno
- calerojul
- 7 jul 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 6 oct 2020
Autor: Julio César Calero
Dibujo: Carlos Bermúdez

¡Crack! Sssssh. Ruido de cadenas y pasos que se acercan lentamente a la habitación. La oscuridad es tan penetrante que es imposible ver algo si no se enciende una luz, pero el hombre que se encuentra en la habitación está tan atemorizado por lo que ocurre que no atina a hacer nada.
Trata hablar, de decir algo, de articular palabras, pero no puede, está tan asustado que tiembla de miedo.
Mientras tanto, los pasos han llegado hasta la puerta del cuarto y se han detenido, entonces, la puerta se abre abruptamente y un aire frío invade la habitación.
El hombre que se halla en la alcoba trata de ver algo a pesar de la oscuridad, sin conseguirlo.
Los pasos se adentran en la habitación y entonces, de repente y con pavorosa realidad, la estancia se inunda de una luz fuerte y calurosa, infernal; el aire de la habitación parece estar lleno de azufre y de malos olores, como de cloacas.
A la luz infernal, el hombre puede ver una figura fantasmal que al principio parece no reconocerla, pero que, poco a poco, va haciéndolo.
Y entonces, escucha una voz grave, profunda, una voz de muerte.
- Mírame John, soy tu amigo Percival que ha venido desde el infierno a verte. Mira mis manos y mis pies cargados de cadenas y estas llamas que me atormentan día tras día; mírame sufrir y deléitate ahora que todavía puedes, pues tu turno está cerca y he venido a llevarte conmigo, y tú sabes por qué he venido a llevarte. ¿Verdad que lo sabes, amigo?
El llamado John, trata de cerrar los ojos para no ver a la figura fantasmal que tiene ante sí, pero la imagen vista está grabada en su cerebro y la voz del muerto penetra hasta lo más hondo de su ser, causándole más pavor aún.
El muerto sigue hablando.
- Si no lo sabes o por si lo has olvidado, yo te lo voy a recordar y después voy a llevarte conmigo para que tú también sufras estas penas que yo sufro y que son por tu culpa.
Dichas estas palabras, otras imágenes parecen surgir de la nada materializándose en el aire.
John cree estar todavía unas semanas atrás paseando por una de las principales calles de la ciudad de Londres. Es uno de esos días hermosos que rara vez se ven y que los ingleses aprovechan para pasear. Por el lado contrario de la calle viene Charles, “Ahhh, el gran Charles, que gran amigo es, que bueno que todos fueran así, con tipos como éste, alegre, dicharachero, mujeriego, la vida sería muy llevadera”. “Pero, ¿quién es aquel que viene con él?, parece ser el santurrón de… NO, no puede ser, pero así es, es él, es Percival, vaya este tipo que se las da de santurrón, honesto y trabajador… qué fastidio”.
Los dos amigos se acercan y lo saludan.
- Hola amigo John. ¿Cómo te va?
- Hola querido Charles.
- ¿No recuerdas a Percival?
- Por supuesto que sí. Oh, discúlpame Percival.
- No te preocupes John.
- Pero, no nos quedemos aquí parados, vayamos a celebrar nuestro encuentro en alguna parte. Podemos ir a un pub que conozco y en el cual sirven bebidas exquisitas.
- ¿Qué dices, Percival?
- Sea por este encuentro, pero solo tomaré una copita ya que yo no acostumbro beber.
- Vaya, sigues tan santurrón como antes. No has cambiado ni un ápice en tu forma de ser.
- Así es John y no pienso cambiarla tampoco.
- Ea pues, vamos ya.
Días más tarde, John conversa con Charles.
- Para este fin de semana pienso organizar una pequeña fiesta en casa y me agradaría mucho que fueras con Percival…
- … ¿Con Percival?
- Sí, con Percival, pues quiero quitarle ese aire de santurrón que se gasta.
. Pero el no aceptará ir y más si la fiesta va a ser como me imagino.
. No le digas que lo vas a llevar a una fiesta, sino que van de visita a mi casa.
- Bueno.
- Respecto a la fiesta, en efecto, va a ser como te la imaginas, muchas bebidas, cigarrillos, mujeres dispuestas y algo de polvo blanco.
- ¡Vaya!
- ¿Recuerdas la que organicé el año pasado más o menos por esta época para celebrar mi cumpleaños?
- Sí. Vaya que una fiesta a lo grande, recuerdo que duró dos días.
- Pues esta será mejor aún pues pienso hacerla durar tres días y habrá de todo. Las chicas serán las mejores, sacadas de los cabarets más exclusivos de la ciudad. Hay una pelirroja que es una bomba y que se la tengo reservada para nuestro amigo Percival.
Con estas últimas palabras, los dos amigos rompieron a reír a coro.
El sábado, día de la fiesta programada, por fin llegó y en la casa de John Burton todo es alegría y bullicio por doquier. En la piscina varias mujeres exhiben sus cuerpos al sol vestidas únicamente con diminutos bikinis mientras los hombres conversan animadamente con vasos de whisky en sus manos, vasos que en cuanto se vacían, son llenados nuevamente por apresurados camareros contratados para la ocasión. Es que John, un hombre adinerado, no por su propio esfuerzo sino por el de sus ancestros que le dejaron una gran fortuna, que él dilapida generosamente, no ha reparado en gastos para el éxito de la fiesta.
- Silencio, por favor, que ahí llegan.
En efecto, Charles y Percival han llegado a la casa de John, saliendo el anfitrión a recibirlos.
- Amigos míos, que alegría me produce el verlos aquí.
- Hola John, esperamos no importunarte al efectuar esta visita.
- Al contrario, Charles, al contrario. Pero vamos, pasen.
Los dos amigos entran siguiendo al dueño de casa, llegan hasta un gran salón en el que parece no haber nadie, pero al ingresar al mismo, John dice:
- Vamos, vamos, salid ya que el invitado principal ha llegado, salid a saludarlo.
Poco a poco van saliendo todos los demás invitados desde los rincones en los que estaban escondidos. Muchos salen en parejas abrazados y besándose, otros bailan al son de la música que empieza a sonar y hacen gestos obscenos. Las chicas lucen ataviadas únicamente con sus bikinis o con vestidos transparentes bajo los cuales se nota claramente que no llevan ropa interior.
Al ver esto, Percival se dirige hacia la puerta intentando salir.
- No podrás hacerlo amigo Percival, todas las puertas de salida están con llave y no podrás irte hasta que la fiesta haya terminado y tú te hayas divertido bastante. ¿Verdad amigo Charles? JA JA JA JA JA…
La figura espectral también ríe.
- JA JA JA JA JA JA RÍE AHORA JOHN, HAZLO COMO LO HICISTE AQUEL DÍA…
John, sudando frío copiosamente y temblando por el miedo, apenas puede articular estas palabras:
- ¡Vete! ¡Vete! Espíritu maligno. Vete que me siento morir por el miedo que tu presencia me produce.
- ME IRÉ, PERO TE LLEVARÉ CONMIGO. IREMOS HASTA EL INFIERNO PARA QUE ME ACOMPAÑES EN MI SUFRIR Y QUE PAGUES EL HABERME HECHO PECAR AQUELLAS NOCHES DE DIVERSIÓN… SÍ, FUERON ESAS NOCHES DE TUS FIESTAS LLENAS DE BEBIDAS, DROGAS Y MUJERES, LAS QUE ME HICIERON APARTARME DEL CAMINO DE DIOS Y ENTREGARME A LA LUJURIA, AL PLACER, AL DESEO MALSANO.
TANTO EXCESO DE BEBIDA Y DROGA PARA ALGUIEN QUE NO ESTÁ ACOSTUMBRADO LO INTOXICA Y LO CONDUCE A LA MUERTE, ESO FUE LO QUE PASÓ CONMIGO, NO LO PUDE RESISTIR Y MORÍ HACE UNAS POCAS HORAS, YA NADA PUDIERON HACER LOS MÉDICOS CUANDO ME LLEVARON AL HOSPITAL. YO MORÍ EN PECADO POR TU CULPA Y AHORA ESTOY CONDENADO A SUFRIR EL FUEGO DEL INFIERNO, ES POR ESO QUE HE VENIDO POR TI Y LUEGO IRÉ POR NUESTRO AMIGO CHARLES, PUES EL TAMBIÉN ES CULPABLE DE MI DESGRACIA.
YA NO TARDES NI BUSQUES PROLONGAR TU VIDA AQUÍ EN LA TIERRA, ESTA ES TU ÚLTIMA NOCHE Y ESTOS LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LA VIDA DISIPADA QUE TUVISTE. ¡YA VÁMONOS!
Y uniendo la acción a las palabras, la fantasmal figura se acerca a la cama y toma por los brazos a John. Éste siente que un fuego le penetra hasta los huesos y luego no se da cuenta de nada más, ha muerto.
La figura fantasmal desaparece poco a poco, pero mientras lo hace, puede verse que lleva algo en los brazos, sí, se lleva el alma de John Burton mientras su cuerpo inmóvil queda yaciendo en la cama con los ojos desorbitados y su rostro, cual máscara de horror, denota el espanto vivido.
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